paola parcerisa

Intervención urbana en Hospital central del Instituto de Previsión social

Huguipá [en lengua guaraní :se esta yendo en sangre](2001)

Asunción, Paraguay

Frente 120mts, 8 pisos de altura, 300mts cuadrados de alfombra sintética.

Mención Especial del jurado, Premio Jacinto Rivero, FARO para las Artes

IPS es el emblema del infortunio nacional, un escenario doloroso donde el juego político, la corrupción y la negligencia avasallan la dignidad humana en un derecho tan elemental como la salud. Sobre esta trama de mezquindades públicamente conocidas puso su mirada

Paola Parcerisa, haciendo foco en el sufrimiento de los miles de "asegurados" a quienes nadie garantiza nada por su vida. Huguypa, la obra que presentó al Premio Jacinto Rivero y cuyo título se traduce del guaraní como "sangró todo", nació de su sensibilidad ante la desidia imperante en las oficinas estatales, donde una burocracia incompetente se burla de las necesidades y urgencias de los ciudadanos.

De los edificios públicos elegidos por la artista para su proyecto, entre los cuales estaban el Palacio de Gobierno y el Hospital de Clínicas1, el jurado de selección optó por el que consideró de mayor impacto colectivo e insistió en la necesidad de la intervención directa, descartando procedimientos alusivos como la gigantografia2.

Frente a una propuesta de estas características cabría plantearse ciertos cuestionamientos básicos: ¿Puede una obra de arte, en pocas horas, conmover a la opinión pública, cuando ya los medios de comunicación han difundido hasta el hartazgo el caótico estado de la institución y los enfermos y sus familiares han sufrido en carne propia un extenso repertorio de vejaciones? ¿Qué nuevos significados puede ofrecer a los médicos y enfermeras decentes que agotan sus esfuerzos para paliar la falta de camas, medicamentos, instrumental, turnos y personal?.

Aceptado el desafío, Paola Parcerisa inició un proceso burocrático de ribetes kafkianos. La obra se hacía y deshacía en permisos y negaciones, se desplegaba y replegaba como un animal incorpóreo y amenazante, dispuesto a materializarse pero también a desaparecer. Paola luchó cuatro meses para conseguir la autorización que la habilitara para subir esos ocho pisos interminables y desde allí descolgar, sobre la fachada, largas telas rojas en forma de gotas.

Fue un tiempo de visitas diarias y llamadas telefónicas obsesivas. Un tiempo de indagaciones y consultas, de desazón e incertidumbre. "Intervenir" el IPS era meter el dedo en la llaga, presionar uno de los puntos más sensibles del cuerpo social. Así, Paola ingresaba a un terreno peligroso de intereses económicos, jerarquías personales, falencias institucionales, actitudes prebendarías y actos de censura. El ajetreo por pasillos y despachos quedó registrado en su Diario de Obra donde es posible seguir, entre anécdotas e impresiones varias, el curso de los acontecimientos que sacudían al Hospital en esos días: renuncia de altos funcionarios, destituciones, huelgas, denuncias de malversación de fondos. Todo, junto al rostro imperturbable de la muerte.

El expediente N° 33007 se engrosaba con las reiteradas solicitudes de permiso que Parcerisa remitía al consejo directivo. La autorización finalmente llegó, a escasas dos semanas del día previsto para el montaje, cuando la artista ya había considerado desde alternativas clandestinas hasta un gran escándalo mediático.

La noche triste

Amanecía aquel 15 de diciembre, tras una noche tan larga como triste. El compromiso de Paola ante las autoridades del IPS era montar la obra en 8 horas y desmontarla velozmente antes de las 8 de la mañana, apenas la hubiese visto el jurado.

Los plazos, sin embargo, tampoco se cumplirían. Durante la noche, desde las ventanas, manos anónimas cortaron los hilos, incluso las telas. La artista se vio obligada a suspender su tarea y dedicarse a impedir nuevas agresiones. Incompleto el trabajo en un 40%, los 300 metros cuadrados de alfombra sintética color sangre parecían tímidas marcas sobre la inmensa fachada.

Sin embargo esas señales, disminuidas en su expresión ante las dimensiones del edificio, sobrevivían a la intolerancia como el grito ahogado y angustioso de quien ha conocido el límite de su resistencia. Débil pues, y desangrada, Huguypa pudo funcionar -pese a lo efímero de su existencia- como una crónica alternativa* a una historia que todos conocemos.

*Adriana Almada

Texto publicado en el libro”Premio Jacinto Rivero”, Adriana Almada / Javier Rodríguez Alcalá. Editado por FARO Asociación para las Artes, Asunción , Paraguay 2002

*Crítica de arte y editora.